martes, 8 de septiembre de 2009

Haroldo Dilla y el síndrome de los barbudos en el poder.

Riflexiones

Después de leer el artículo de Dilla titulado “los socialistas cubanos y el síndrome de la mujer barbuda” me pregunto que objetivos persigue el articulista zumbando dentro de una batidora política tantos elementos disímiles, falsos, algunas verdades y un montón de medias verdades.
Y no porque esté de acuerdo con esas hipótesis del fatalismo geográfico de nuestra ponderada isla de Cuba, sino porque querámoslo o no, cualquier análisis sobre el espectro sociopolítico cubano tiene, de a porque sí, tener en cuenta toda la barbarie imperialista aplicada contra nuestra sociedad a partir del 1 de enero de 1959.
Es muy fácil venirse a parar ahora en una esquina del espectro político cubano y comenzar a denostar contra nuestros dirigentes, nuestro proceso, contra nuestras deficiencias, nuestras dificultades y nuestras equivocaciones.
Después de hacer eso, como en un matrimonio cualquiera, lo único que cabe es el divorcio, salvo que la condenada o criticada esposa ya no le quede nada de ética, ni de moral y acepte a un esposo tan enjundioso en la critica, quien no reconoce valores positivos de ningún tipo en el maridaje político entre la sociedad cubana y su revolución durante cinco décadas.
Cada ser humano tiene su actitud para enfrentar la vida, pero lo más humano en el caso de nuestra sociedad es aprender de los errores, no basarnos en ellos para desacreditar a nuestra dirigencia. Porque me pregunto, ¿hemos analizados los errores nuestros como personas? Partimos de lo individual para analizar lo general o queremos fusilar a las generalidades para salvaguardar y ocultar nuestros errores individuales.
Y afirmo tal cosa, porque tengo la firme creencia, respaldada en la experiencia de lo sucedido en el campo socialista, que sin fortalecer a nuestro partido comunista, y sin unir todas las conciencias socialistas y honestas dentro de ese partido, no habrá futuro luminoso para nuestra patria.
Y agrego un poquito más, hoy por hoy, atacar a la dirigencia histórica de nuestra Revolución es poner un pie en el campo del enemigo, porque a pesar de los errores, de los fracasos, de las malas políticas, es incuestionable que esa dirigencia histórica, con el pleno respaldo del pueblo cubano, ha logrado mantener la soberanía e independencia de nuestro país frente al imperio más poderoso que ha existido sobre la faz del planeta.
No se si por creer de tal manera pueda ser atacado de simplón o de perfecto idiota, aunque no me queda duda alguna que pecaríamos de tales si comenzamos ha desinstalar toda la unidad de acción lograda por nuestra sociedad en los últimos cincuenta años. Fue precisamente ese desmantelamiento de la unidad y su vanguardia lo que defenestro a la Unión Soviética y el resto del ex campo socialista.
Dilla anda preocupado porque cree qué “no ha madurado una izquierda intelectual crítica” en nuestro país, obviando que hoy por hoy, somos el único país cuyos comunistas tienen el poder e intentan lograr un socialismo real y están insertos en esa lucha con los instrumentos que les da la experiencia de cinco décadas. Si la izquierda intelectual crítica cubana no ha madurado, debe entonces haberse podrido en el exterior.
Y Dilla peca como intelectual por su lenguaje parnasiano en lo que concierne a aislarse de la realidad de su país.
Luego a boca de jarro enfatiza el escritor, porque así lo entiende, que el debate crítico sobre la isla y su futuro tienen lugar en la parcela liberal y, por razones obvias, “fuera de la isla”, se refiere además a la existencia de una oposición oculta”.
No cuestionamos que en la emigración cubana existan intelectuales cuyos análisis y valoraciones tienen sus aciertos y sus aristas positivas, y que se analicen muchas verdades que la intelectualidad cubana en el país no hace, por las mismas condiciones internas de plaza sitiada que aún prevalecen, pero de ahí a negar que en nuestra sociedad exista en estos momentos un debate crítico es estar rayano en la locura. Eso si, aquí no hay oposiciones ocultas, aquí hay cubanos que expresan sus ideas con el riesgo que implica en toda sociedad politizada tener una opinión contraria.
La critica socialista interna no está fragmentada, aquí nadie se auto flagela, y si usted no aprecia una plataforma mínima en las ideas del grupo de Campos y otras expresiones de nuestra intelectualidad le aconsejo de inmediato una visita al optometrista. Está usted completamente ciego.
Nosotros si tenemos los ojos abiertos, recuerde que estamos acostumbrados a la vigilia con un vecino tan poderoso y además tenemos el valor para contemplar con los ojos abiertos y espíritu critico nuestros fiascos, eso si, muy orgullosos de nuestros logros.
En nada nos parecemos a Bebé, la mujer barbuda que le regalo a usted Lichi Diego, además ya nosotros tenemos desde antes a nuestra Bebé y al Señor Don Pomposo.
Afirma usted que hay una historia por hacer sobre los diferentes proyectos de izquierda, pero eso a nosotros no nos encaja, porque al contrario, nosotros tenemos un proyecto de izquierda que data de 1959, el cual debemos perfeccionar y aún más, ese proyecto revolucionario tiene sus antecedentes de las ideas surgidas en el siglo XIX y del cual nuestro Apóstol fue nuestro máximo exponente. Son cuestiones que usted no incluyo en esa batidora política a que me referí al principio.
Luego usted, creo que maliciosamente, habla de que la revolución devoró golosamente a sus hijos. Si va usted a autodenominarse un intelectual serio sabe que no puede hacer alusiones opacando realidades. Cuando hable de la Revolución Cubana tiene que constantemente tener presente la historia de agresiones en las que nuestro país tuvo que vivir, aún en nuestros días, entonces con esa espada de Damocles sobre su cabeza analice las decisiones tomadas, y no le cargue la mano solamente a nuestra dirigencia histórica.
Y si peca usted de intelectual sabe que la historia la hace quien tiene el poder en sus manos, y la historia al final dará o no la razón a tales decisiones, y si hablamos de historia, entonces tiene usted que reconocer que a pesar de las malas políticas, decisiones y equivocaciones, aún la mayoría del pueblo cubano lucha por el socialismo y aplaude a sus líderes y creen en ellos. Esa es una verdad innegable, está recogida en la historia de nuestro país. Y que yo recuerde, y tengo buena memoria, aquí ningún intelectual fue fusilado por decir lo que pensaba.
Un poco más, olvida usted lo interesado que estuvo siempre Washington en cualquier criterio alternativo a las ideas de nuestro partido, olvida usted los millones de dólares que ha dedicado Estados Unidos para cortejar a la intelectualidad de los países socialistas, y que aún dedica contra nuestro país para abortar nuestra Revolución.
Hijo, esto siempre ha sido de mono amarrado contra león hambriento. No lo olvides cuando atacas y calificas a los intelectuales y a los revolucionarios de nuestro país.
En términos de lucha política siempre cada bando cae en el error de creer que tiene la razón y la verdad en sus manos. Nosotros de lo que estamos seguros es que tratamos de construir una nueva verdad.
En su intento fallido de retratar el espectro político cubano hablas de una oposición organizada que hace votos socialdemócratas, pero esa corriente ha quedado políticamente desprestigiada desde comienzos del Siglo XX, y nunca dio a pueblo alguno las conquistas que la Revolución Cubana si consiguió para el suyo.
Para refrescarte la mente busca información sobre los millones de dólares que organizaciones como National Endowment for Democracy ha dado a esos grupos en los últimos años, y dime si tú crees que el pueblo cubano les puede dar entonces a esas agrupaciones un voto de confianza.
Creo que tratas de manipular nuestra realidad. Cómo alguien puede aseverar en pleno siglo XXI que en la sociedad cubana se ha generado un costoso empobrecimiento, solo comparable a la situación post bélica de 1898.
Compadre, apretaste. Así que consideras que la ideología y la conciencia actual de nuestro pueblo son similares a la de la sociedad cubana de 1898. Eso, muchachón, que lo crea quien no es cubano.
Aseveras que debió haberse permitido en Cuba una disidencia que según usted
no se ubicaba en la acera de enfrente, sino en la propia. Eso se puede afirmar cuando no se tienen responsabilidades ante la sociedad, pero cuando existe esa responsabilidad y es archiconocido las sumas millonarias dedicadas por Washington hacia esa disidencia es de tonto afirmar lo que usted insinúa.
Usted, no me queda duda, quiere dar sepultura a una Revolución que aún sigue viva, quizás usted intente asesinarla como ha tratado de hacerlo Estados Unidos en estas cinco décadas. Déjeme decirle que su interés es infructuoso.
Quizás pueda aceptarle nuestros déficits económicos, sociales, culturales y políticos, pero en la perspectiva de que pudieron ser mucho mejores de no haber tenido nuestra sociedad que vivir una vida azarosa, amenazada, y en la que nuestra inserción en el bloque soviético fue una alternativa necesaria. En aquella fecha era el único bloque enfrentado a nuestro enemigo. Los marcianos o venusianos todavía no constituían un poder responsable en el planeta.
Ya en nuestra época, con la desaparición del campo socialista, los comunistas cubanos intentamos otra misión colosal, construir el socialismo verdadero nosotros solitos, para lo que debemos luchar contra el monopolio estatal y sustituirlo por la socialización de los medios de producción: socialismo puro. Intentamos lograr una sociedad más abierta, más democrática, más participativa, desarrollando aún más nuestras conquistas políticas y sociales, porque seguimos creyendo en el futuro luminoso.
En esa batalla confiamos en la dirigencia histórica, tratamos de imbuirlos de nuestras ideas y no podemos considerar un obstáculo a quienes nos han guiado por el sendero de la independencia y la soberanía. Los cubanos seremos muchas cosas, pero nunca malagradecidos.
No se porqué califica usted de fatal el vínculo entre moral y política, porque sin moral y ética hubiera sido imposible sobrevivir en nuestro país.
Y coincido plenamente cuando usted afirma que en Cuba criticar el liderazgo histórico y, en particular, a Fidel Castro- es criticar a la propia comunidad, ubicarse fuera de ella y, eventualmente, contra ella.
Es por ello que no puede concebirse en Cuba el socialismo sin la participación de esa dirigencia histórica, es por ello, que valorando la capacidad la inteligencia y oportunidad de esa vanguardia es que los comunistas cubanos queremos incentivar la construcción del socialismo.
Lo que usted califica de estigma es para nosotros una realidad insoslayable, porque ¿quién tiene el valor y prestigio fidedigno en Cuba para construir una sociedad socialista sin la participación de su liderazgo histórico? ¿Usted? ¿Yo? ¿Los socialdemócratas? ¿Los grupos de derechos humanos?
Usted peca de superficial cuando dice que la única alternativa en Cuba es apoyar al gobierno o a la oficina de interés de los yanquis en Cuba. Ya desde el Siglo XIX la variante del imperio quedó fuera de la elección de cualquier cubano decente. No es ningún suicidio político optar por el socialismo en Cuba, creo que el único que trata de dormir con el enemigo en el lecho de Procusto es usted, y le aconsejo vaya acompañado de Teseo.
Nos acusa usted de nihilistas políticos por patrocinar junto a Pedro Campos una plataforma socialista de nuevo tipo, al respecto le recuerdo que esas ideas existían desde mucho antes del discurso del Comandante en Jefe en la Universidad en el 2005.
Nos acusa usted de no ser una organización formal le respondo que está equivocado, somos una organización formal conocida como Partido Comunista de Cuba, y como herederos de las ideas marxistas batallamos por impregnar a nuestra sociedad de esas ideas novedosas en la aplicación, aunque veteranas en existencia como el mismo Marx.
Discrepamos con usted porque estamos convencidos que nuestras ideas se ajustan a la realidad política y económica de nuestro país y no constituyen ninguna especie de ejercicios malabáricos, y estamos seguros que si solucionarán los problemas más urgentes y trascendentales de nuestra sociedad.
No nos remita a las experiencias yugoeslavas o soviéticas, las conocemos, no somos neófitos en eso de hacer revoluciones, de construir soberanías e independencias. No somos tarados intelectuales, no estamos fuera de nuestra patria y tenemos de primera mano esa raíz de la cubanía, de nuestros problemas y de nuestras aspiraciones.
Ya en los finales se desdobla usted de una forma despampanante cuando afirma que debemos construir nuestra nueva identidad, mostrando un escepticismo sin par al señalar que “no cree que, en términos prácticos, la propuesta socialista pueda abrirse paso en la Cuba de mañana con un futuro luminoso como única oferta, sin abordar de manera explícita algunas comodidades del presente.”
Aconseja usted cuestionar la Revolución como fenómeno histórico en búsqueda de retractación. Dilla, lo aconsejable es reconocer los errores para no repetirlos, en la historia pasar la cuenta es negativo y fútil.
Partimos de la crítica a los errores cometidos por la sociedad en la construcción del socialismo, pero no en esa crítica total del fenómeno histórico que usted solicita. Es inútil negar un hecho que existió en el tiempo y el espacio. Aprender de esos errores y no repetirlos es la actitud del sabio.
No olvides que esa pobreza repartida que quieres someter a enjuiciamiento ya quisieran haberla tenido millones de seres en el mundo subdesarrollado.
Igual discrepo de la idea que el socialismo tendrá que lidiar con el engorroso tema de definir de manera transparente y democrática qué cuotas de soberanía pueden ser cedidas, y cuáles deben ser conservadas para el buen gobierno de la comunidad nacional. La soberanía, Dilla, no es negociable.
Yo si creo, Dilla, que nuestro drama no es el de Bebé la mujer barbuda, sino el de haber sido un país pequeño, amenazado y sin muchas posibilidades de elegir. Nuestro drama pudo estar determinado por las escasas alternativas a mano para mantener la independencia y la soberanía del país a noventa millas del imperio.
Si sacamos cuenta, Dilla, estamos en las mejores condiciones para continuar la construcción del socialismo, porque variando el refrán, más vale dirigentes que cometen errores pero probados en la lucha, que supuestos buenos dirigentes por conocer.

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